PRIMER SEPTENIO
El Adulto en su función de educador (Padre, Maestro, Abuelo, Tío, Pariente, Amigo, etc...) debe cumplir con el acompañamiento durante la formación del niño.
El niño de los 0 a los 7 años debe enfocar sus fuerzas a crear su cuerpo físico que lo ayudara a cubrir el resto de sus necesidades según se encuentre avanzando por la vida.
Quizás lo mas inquietante para el adulto sea dejar pasar las cosas dejar que sucedan siempre y cuando no traigan consigo algún peligro para la integridad del niño.
Dejar que el niño habite el espacio aun cuando el no sabe lo que en ese momento va a pasar:
· No sabe a que va a jugar cuando se lanza a jugar,
· No sabe que va a garabatear cuando toma un marcador y comienza a trazar,
· No sabe que va a producir cuando inventa un collage,
· No sabe que mundo va a construir al introducirse en los cestos eligiendo las formas que más le gustan y los colores que le placen
· No sabe como va a transformar esa cosa para que sea un juguete o un títere,
· No sabe que personaje será antes de producir su disfraz, su máscara o su fantasía.
En este no saber, en este desconocimiento de lo que va a pasar, a sentir, a hacer, a construir, a producir, a imaginar, a fantasear, reside la esencia de las producciones escénicas del niño.
El niño se debe desbordarse en la búsqueda del placer constante, el alimento, el contacto físico, el amor desmedido le deben lleva a sensaciones placenteras o incomodas que le permitan discernir entre bueno y malo, pero el aun no lo sabe y es entonces que la intervención del adulto debe suceder, sin ser algo físico, la vigilancia constante, el permiso o la negación del adulto podrán proteger al niño y permitirle crecer al mismo tiempo.
El niño pequeño absorbe, con todo su ser, cualquier cosa que ocurre porque, todo él es un órgano sensorio, es decir, aprehende el mundo a través de la experiencia sensorial, no a través del intelecto y de manera muy natural está unido con su entorno; todo lo lleva a su ser interior. Rudolf Steiner descubrió que el ser humano aprende con las mismas fuerzas vitales con las que «edifica» su cuerpo físico, así que esta fuerza no han de ser sustraída de lo que constituye su tarea esencial: cual arquitecto interno, construir el cuerpo físico. Por esto, no trabajamos desde una prematura intelectualización, más bien, estructuramos rítmicamente unas actividades que contribuyen a fundamentar el desarrollo de su capacidad de voluntad. Estas actividades son artísticas, manuales y hogareñas.
Aproximadamente entre los 3 y 4 años de edad, en el niño preescolar afloran también las capacidades de imaginación y fantasía. Ellas se desarrollarán plenamente a través del juego, que se cualificará y se intensificará a partir de ese momento. Del respecto hacia el juego infantil, depende el fomento de esas capacidades, tan importantes en el adulto futuro. El juego, es el «trabajo» del niño. Favorecer esta etapa de juego del niño es nuestra meta más preciada, por eso también, nuestros materiales han de ser los juguetes más sencillos y estéticos. El resguardar las diferentes etapas de la infancia de tanta sobreestimulación del entorno, fomentará de paso, la atención y la concentración prolongada, dos capacidades tan menguadas actualmente.
La sobreestimulación y la intelectualización prematura propician la maduración precoz y truncan a la vez las facultades creadoras, dejando un hueco entre la madurez fisiológica y la madurez psicológica.